Anatomía no es Salamina. Y es una pena porque se trata un buen libro, pero no de un excepcional libro. Suele ocurrir en nuestra vida que buscamos algo similar a lo que tuvimos, obteniendo como resultado algo, si bien no decepcionante, sí insatisfactorio. Yo fui buscando en esta obra lo que me fascinó entonces y no pude evitar quedarme con una amarga sensación. En Anatomía de un instante se  echa en falta ese fascinante proceso de investigación que el autor nos enseñaba con pelos y señales en Soldados de Salamina. Cercas aquí se limita a exponer, a relacionar y a conjeturar con su brillante pluma, probablemente la mejor del país en este género -ya tan suyo- que es novelar la realidad (aunque realmente aquí no novele tanto, a pesar de que este ensayo iba a ser una novela). Cercas se moja, no complace y rebusca los dobleces de la historia para mostrarla y comprenderla en un innegable acto de valentía narrativa. Porque quizás ha llegado el momento de ser valiente con el Golpe de Estado, quizás ha llegado el momento de reconocer que pocos fueron valientes aquel día, de hecho solamente tres diputados (quizás los más valientes y los que menos tenían que perder) permanecieron sentados en sus escaños, aunque lo normal (pero no lo valiente) sea tirarse al suelo.
La primera parte es bastante monótona, supongo que necesaria para contextualizar la compleja situación previa al 23 de febrero, pero luego mejora. Y mucho. Éste es un libro que va de menos a más, que nos va enganchando a medida que conocemos mejor el objeto de análisis (un objeto que pensábamos conocíamos bien hasta que leemos el libro). Incluso Cercas se sale del camino principal y avanza por senderos -en teoría secundarios- que poco tienen que ver inicialmente con la historia. Por ejemplo, se dedica a biografiar al sexteto que él considera protagonista: Milans del Bosch, Armada, Tejero, Carrillo, Gutiérrez-Mellado y Suárez (de hecho, es el mejor texto sobre Suárez que he leído en mi vida). Según Cercas hay una triple simetría, que se define por el odio entre ellos: el odio de Milans a Gutiérrez-Mellado, un militar ha traicionado al ejército de Franco; el odio de Tejero a Carrillo, un comunista perdedor de la Guerra que ahora se sienta en el Congreso; el odio de Armada a Suárez,  un tipo salido de la nada que le arrebató su papel de favorito del rey. Esos personajes, que entonces lo son todo y que hoy no pintan nada, articulan la narración, una narración ascendente que culmina con un pasaje sobre Cercas y su padre y su relación con el 23-F. Ese último estilo es el que a mí me hubiera gustado en el libro. Mezclar la realidad de Cercas con la realidad del 23-F para sumar esa especie de ficción realista o realidad ficcionada que nos había mostrado en Salamina. Pero Anatomía no es Salamina. E igual no tenía que serlo.